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Septiembre y octubre son meses críticos para todas las personas que tienen contacto directo con niños pequeños. Estos niños, que lo mismo intercambian curiosos sus mocos en el recreo como comparten las pinturas de cera ya rechupeteadas por el niño anterior, son auténticos vectores epidemiológicos. Criaturas.
 Tal y como es costumbre en estas fechas, una de mis hermanas ha caído enferma. Anoche casi 40ºC de fiebre. El culpable es el sobrinín que goza de sus primeras experiencias escolares. Es su primer año, y cómo no, le toca apañar todo lo que se puede apañar en una guardería, pero ojito, él lo transmite, pero caer no cae enfermo. Es fuerte como una roca y todavía no se le ha conocido un día en el que se haya encontrado realmente enfermo. No sabemos si esta vez ha traído la brucelosis, el cólera, la difteria o algo peor, pero está desatando el caos en el pueblo.
Mi hermana es joven y fuerte, sobrevivirá. Pero ya nos estamos preparando para lo que seguramente se avecine, una plaga de piojos. Todos los años rebrotan los piojos. ¿Dónde se esconden el resto del año?. Esto me recuerda a un libro muy educativo y divertido titulado "Doce pequeños huéspedes", en el que se narra las costumbres de 12 criaturas insoportables y cómo luchar contra ellas (moscas, mosquitos, pulgas, chinches, piojos...). Y es que no hay nada más peligroso que el patio de una guardería con docenas de niños interactuando e intercambiando microbios.
Pues nada, pastilla para la fiebre y a la cama a descansar. Es lo que tiene tener niños, que son lo más hermoso del mundo (eso dicen), pero me río yo de la hermosura si esto nos lleva al borde de la muerte.
Por cierto, creo que mi mujer y yo nos abstendremos de ir al pueblo este fin de semana.
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