Hay un error que se da con frecuencia en debates y discusiones que tocan temas científicos, y es cuando una persona quiere rebatir una afirmación científicamente aceptada minusvalorándola con la expresión "eso es tan sólo una teoría". Mucha gente cree que es legítimo ignorar los planteamientos de la teoría de la evolución, por poner un ejemplo, porque la teoría de la evolución es tan solo eso, una teoría. El gran error es confundir el sentido coloquial de la palabra teoría con el sentido que tiene en ciencia.
En el sentido coloquial de la palabra, una teoría es sinonimo de suposición y especulación, algo sin especial esperanza de ser cierto. Esa es la primera acepción de la palabra "teoría" en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: "Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación".
En un contexto científico la palabra teoría no es la primera acepción del diccionario, es la segunda: "Serie de leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos". Una teoría se compone de leyes, que son conocimiento verificado, y las relaciona y unifica en cierta forma. Una teoría científica es lo más cercano a lo que podríamos llamar certeza científica. Es conocimiento verificado y más que verificado.
Las teorías científicas se ponen a prueba de forma constante. Basta una sola observación experimental que contradiga a una teoría para que esta teoría tenga que ser abandonada o como poco revisada, modificada y replanteada de nuevo. Las teorías científicas son conocimiento seguro. Hablaremos brevemente de algunas de ellas.
La teoría de las placas tectónicas sostiene que la litosfera terrestre (la capa más externa) está dividida en grandes trozos que flotan sobre el manto, la siguiente capa terrestre en profundidad, y estos trozos se desplazan, lo que explica el movimiento de los continentes que hemos llegado a medir, las fallas y las fosas marinas (que son las divisiones de las placas), el origen de los terremotos, la frecuencia de aparición de volcanes en ciertas zonas geográficas, explica cómo se generan grandes cadenas montañosas, cómo aparecen islas y la especial orientación magnética de determinadas rocas en el lecho marino. Nadie duda de esta teoría, y sí, se siguen investigando los detalles de la misma, pero no cambiará en lo sustancial, las placas tectónicas.
Más loca es la teoría celular, que dice que todos los seres vivos estamos compuestos de uno o varios seres vivos más pequeños, pequeños seres dotados de vida individual, que se alimentan, crecen, se reproducen y mueren... en fin, una locura ¿no?. La teoría sostiene que estos seres vivos viven mejor colaborando juntos que por separado, así que se agrupan formando lo que hemos llamado tejidos, y los tejidos forman órganos y los órganos forman a los seres vivos como nosotros. Es decir, nosotros estamos hechos de millones de seres diminutos que están vivos ya de por si. Tremendo. Nadie en sus cabales pone hoy en día en duda la existencia de las células, las hemos fotografiado, sabemos cómo respiran, cómo se nutren, cómo se reproducen... por supuesto que la teoría se sigue afinando, investigando y perfeccionando, pero nada va a hacer que abandonemos la idea de las células, no, es algo más que comprobado. Gracias a todas esas pruebas podemos decir bien fuerte: TEORÍA CELULAR, y no decimos "hipótesis de la existencia celular".
Pues bien, cuando hablamos de otras teorías, hablamos con el mismo grado de seguridad. Nada en ciencia puede ser llamado teoría si no es tan seguro como la existencia de nuestras propias células. La teoría del BigBang, la teoría de la relatividad, o la teoría de la evolución de las especies, tienen el mismo grado de certeza, que las contundentes pruebas de la teoría celular.
En el BigBang tenemos que afinar sobre el grado de inflación, cantidad de materia inicial con la que se creó el Universo, etc etc, pero no va a cambiar el hecho de que sea el BigBang. En relatividad es posible que observemos algún fenómeno no contemplado por la teoría, o que de repente un experimento en concreto no quede bien descrito por ella, en ese caso hemos de mejorarla. Pero nada va a cambiar en los sustancial, gracias a ella por ejemplo tenemos un sistema GPS en el espacio que funciona.
En cuanto a la teoría de la evolución de las especies, la tendríamos que abandonar si, por ejemplo, un buen día aparece el fósil de un conejo en un estrato del Paleozoico. Cada nuevo fósil de cualquier tipo que se encuentra (eso sí que es poner a prueba una teoría de forma constante), aparece en la capa que ha de aparecer, nunca, ningún fósil, ha contradecido a la teoría de la evolución. De todas formas la evolución no es sólo cuestión de fósiles, en el corazón de la teoría está la selección natural, que se da en cada apareamiento exitoso o fracasado, en cada nacimiento y cada muerte, cada vez que un animal o una planta logra o no alimentarse... la selección natural está actuando constantemente, cada día y cada noche.
Los fósiles se relacionan con los estratos geológicos, todos ellos dan un orden cronológico y un fechado que se puede corroborar mediante otras técnicas como la datación con carbono 14, todo ello encaja con los cambios observados en el ADN de las muestras, podemos medir incluso la velocidad de la evolución, que no ha sido constante a lo largo de la historia... en fin, química, física, biología, geología, paleontología, etc encajan y nos empujan a una teoría que describe toda esta complejidad creciente con el paso del tiempo.
No hay duda de la teoría de la evolución, menos duda que de las leyes de la gravitación de Newton, que ya es decir. Y podemos ver a la evolución actuar en el tiempo tan corto de una vida humana, uno de los muchos ejemplos puede ser viendo cómo se adaptan las bacterias a nuestros antibióticos, pero esto podría ser motivo de otro artículo.